Extraido de Eric Bauss [La Teoria de la Demofagia]
"- Amigos, continúa cuando solo quedaban
varios aplausos vivos, amigos. Estas pasadas han sido las primeras
Elecciones en las que he podido votar. Siempre había visto el Derecho al
Voto como algo sagrado, puesto que de nuestra Madre Democracia mana.
Todos somos hijos de la Diosa Democracia, continua al borde del llanto,
quien, en su infinita sabiduría tuvo a bien dejarnos un día cada cuatro
años para poder expresarnos.
Todos contemplamos al joven que, en medio del abarrotado salón, cada vez se hace más y más grande.
- Puedo decir bien alto, amigos míos, que lo
hice. Fui a votar... confiesa agachando la mirada hacia el plato. En su
rostro se refleja la amargura. Y voté, dice convencido. Pero en vez de
sentirme bien o mal, no sentí nada. ¿Existe peor sentimiento que la
ausencia de este?
Se pregunta en voz alta.
Todos callamos. El ligero murmullo se extingue. El tono triste nos ha invadido por completo.
- ¿Y sabéis por qué no sentí nada? Esta nueva pregunta es lanzada bañada de ira. ¡Porque el Derecho al Voto no vale para nada!
Un revuelo desaprobatorio corre por la
totalidad del salón. Nuestro joven amigo sabe que esas palabras son muy
duras y las miradas inquisitivas de todos se lo recuerdan. Al decir esto
iba en contra del más básico postulado del sistema, contra el pilar
mismo de la Religión. Y peor aún, contra nuestra Diosa Democracia.
El chico, consciente de esto comienza una
nueva argumentación no sin antes dejar tiempo para una pequeña pausa
recuperando el tono.
- Y no vale para nada porque nada hemos cambiado.
El revuelo se calma y volvemos al modo de escucha.
- Las urnas han dicho una cosa y los políticos
han hecho otra. ¿De qué vale entonces? ¿No debería la Diosa Democracia
tomar cartas en el asunto? Creo en la Democracia. ¡Por supuesto! Pero
también creo que se ha olvidado de sus hijos. De nosotros. ¿Y qué hace
un hijo sin madre? La llora.
Esta nueva serie de preguntas y respuestas cargadas de sentimiento entrecorta la respiración a más de dos.
- Estoy haciendo aquí uso, continua con el
mismo tono, de dos cosas que mi Diosa Madre me enseñó: hablar y de la
libertad de poder hacerlo. Ahora vosotros podéis y debéis hacer lo
mismo.
Un silencio enfría por completo la sala, todos
nos miramos compungidos. Sus palabras no están exentas de razón. Una
voz rompe el hielo:
- Entonces, si el Derecho a Voto no vale para nada… ¿qué pintamos nosotros en todo esto?
Nuestro amigo había retomado la postura para
terminar su plato. Pero no duda en interrumpir el gesto para responder
directamente al otro lado de la sala, de donde procedía la pregunta:
- Pues no lo sé, amigo, se encoge de hombros.
Lo único que sé es que a las 16.00 tengo que volver al curro, donde sí
veo que valgo para algo.
Y todos volvemos a nuestro plato con una extraña sensación. Entre alegres y disgustados. Todos no, yo aun ni había pedido."
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